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La vieja guardia: Jesús y Margarita

Actualizado: 2 ago 2021

Dicen algunos autores que su peor enemigo es el editor. Razones tendrán. Pero ese no fue nuestro caso. Llegamos a Planeta en 2001 bajo el paraguas generoso de Andrés Ruiz que nos habló de Jesús Anaya. “A él seguramente le interesará el proyecto”, nos dijo en la redacción, por esos tiempos aún polvorienta, de Milenio Diario. El narcotráfico no formaba parte todavía de nuestro horizonte periodístico. Jesús escuchó, pensó y pidió una síntesis del proyecto. Sin ningún resquemor dijo “no” pocas semanas después, aún y cuando el proyecto de una biografía tenía algo de avanzado en cuanto a fuentes consultadas. “Es muy caro”, nos dijo, para derrumbar en definitiva cualquier argumento. Ahí entendimos que un libro se hace a pico y pala. Después llega la editorial, imprescindible, para darle forma y colocarlo en las librerías. La biografía quedaba para mejor ocasión. O a la espera de un filantropo que la financie. Un año después volvimos a la carga. Tenemos la historia del narcotráfico en los años 90, le dijimos. Una síntesis y un punteo de los capítulos, respondió. Ya estaba escrita, así que fue cosa de afinar detalles. La editorial quería algo sobre el tema. Llegamos justo a tiempo y al lugar indicado. Después fue cosa de picar y mover piedras. La información estuvo y la redacción se fue haciendo voluminosa. Necesitamos un índice de nombres, pidió. Fotos, agregó. Un mapa de las operaciones de los cárteles. Jesús no estaba sólo. A su lado, Margarita Sologuren acumulaba textos y esfuerzos. Un borrador tras otros. Lo nuestros y los de otros autores. Los textos de “Con la muerte…”, sin que aún fuera título de libro, viajaron a Guatemala y a Querétaro, a la oficina de la dentista de ambos, o a sus casas los fines de semana. De allí regresaban con tachas, marcas y correcciones. “Soy editor de los de la vieja guardia”, decía Jesús, y tenía razón. El texto debía quedar impecable. Y allí estaba Margarita, tan precisa como él, para hacerle cada observación a cada línea. Cuándo nos podemos ver, nos dijo un lunes Margarita, dejando para más tarde y en suspenso las razones del llamado. Vamos a crear el Premio Planeta de Periodismo para incentivar las investigaciones de periodistas, nos dijeron ya en las oficinas de Insurgentes. Se hace en Colombia y ha dado muy buenos resultados, argumentaron. Los primeros ganadores serán ustedes, remataron. ¿Qué más podíamos pedir? Un mes después Ciro Gómez Leyva lo puso al descubierto en su columna de Milenio Diario con una generosidad apabullante. Estabamos a cinco días de la presentación del libro. No, los editores no son nuestros enemigos. Jesús y Margarita son también autores de la hechura de estos textos. Planeta ya no los quiso desde principios de 2006. Ahora se abren camino con nuevos proyectos y nuevas ideas. Talento, profesionalismo y personalidad son sus armas. Si en la España de la guerra civil alguien gritó ¡Viva la inteligencia! contra el oscuro “Viva la muerte” de la dictadura franquista, aquí podemos decir “Vivan los editores”.

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