Darío Fritz
Si hay palabras atornilladas al pasado, una de ellas se escribe como independencia. Está allí para su festejo anual de aniversario, como un rito que cumplir, que nos habla y enorgullece de otras glorias, porque imposible hacerlas propia en el presente. Una palabra en desuso para demasiado ajetreo entre subordinación, ataduras, interdependencia, acatamiento, más propia para autonomía o como sustituto de rebelión. Independencia “es lo normal y sensato de la condición humana, y se da por supuesto a no ser que se niegue o atrofie, en cuyo caso habría que tomar medidas extremas, aunque fueran absurdas, para restaurarla o reimaginarla”, dice Frank Bascombe, el personaje de Richard Ford en El Día de la Independencia.
¿Escribimos independencia a la hora de relatar historias del crimen organizado en una ciudad tomada por el crimen organizado?, ¿utilizamos independiente los tiempos y a nuestro antojo?, ¿de llegar a horario a la cita?, ¿al momento de negociar la indemnización de un despido? ¿Cuánta independencia ejerce el elegido para una función de poder? ¿Hay posibilidad de quitarle polvo, telarañas, humedad, aroma a confinamiento, si la tenemos anulada?
En días pasados, una serie de números, esos que también vociferan y a los que hay que darle vida, además de ver sus resultados fríos y rigurosos, remarcaban qué tanto se hace desde el Estado por poner en vereda a quienes desde allí cometen los deslices más dañinos. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos recibió en cuatro años, de 2020 a 2023, una mayoría de quejas vinculadas a sus áreas de salud (casi 21,000 entre IMSS e ISSSTE), migrantes (6,917) y CFE (1,901), mientras que la Guardia Nacional sumaba 1,816 y la Sedena 1,664. Un país al margen de los problemas de seguridad.
Cuando las organizaciones no gubernamentales analizaron este año las recomendaciones informadas por la institución —el resorte más efectivo que dispone para poner en cintura a funcionarios que violan derechos humanos—, IMSS e ISSSTE se llevaban los mayores tirones de oreja —no son obligatorias de cumplir— con 44 % de los casos mientras que Guardia Nacional, SEDENA y Secretaría de Marina (SEMAR), únicamente 13% del total. También las cifras revelaron que la CNDH ha puesto más el ojo en sexenios anteriores al que fue elegido para su gestión (2019-2024). Los gobiernos priistas y panistas fueron los autores de violaciones a derechos humanos, según 110 recomendaciones, mientras que en la gestión de Andrés Manuel López Obrador se cometieron 54. La paja en el ojo ajeno.
“El complejo dilema de la independencia no es una cuestión tan sencilla, y por eso nos esforzamos para que se nos juzgue a partir de nuestros esfuerzos, en lugar de nuestros logros”, aprecia Ford. Con escasos logros que mostrar, la gestión de la CNDH elegida en 2019 tuvo que entrar por la puerta de atrás del Senado para resultar reelecta la semana pasada. Una elección de Estado, se dijo, para justificar lo que la idoneidad no contempla. ¿Cuán independiente es un legislador para elegir entre los mejores prospectos para un puesto de gobierno? Los senadores son independientes para decidir, se argumentó. En próximos días se sabrá si la autonomía de varias instituciones pública queda derogada para fusionarse en oficinas del gobierno federal. La CNDH, aunque autónoma, no entró en el paquete. Hay cosas obvias que no requieren de modificaciones legales.
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