Darío Fritz
Estupideces decimos todos. Se nos escapan a diario. Abundan tanto como los fracasos si los comparamos con los exiguos éxitos. Estupideces que se pueden convertir en muy peligrosas. Más peligroso un estúpido que un malvado, a decir de Arturo Pérez-Reverte. Un malo y mil tontos dan como resultado mil y un malvados, decía en una entrevista. En progresión, ¡cuidado con esos estúpidos! Estúpido proponer que cada individuo tenga la libertad de vender sus órganos, que los hijos son propiedad de sus padres y por lo tanto pueden decidir si los venden, a la mejor usanza de algunas costumbres que orillan con la pobreza extrema. Estúpido liberar la venta de armas, un señuelo para más violencia. Estúpido pregonar que si alguien se quiere suicidar dejar que lo haga o si se convierte en adicto a las drogas allí abandonarlo, porque las políticas de Estado en salud mental son un gasto innecesario. La estupidez de eliminar la educación pública y dejar que en el libre mercado cada uno pague la educación de sus hijos según el alcance de su bolsillo. Estúpido y no por ello menos perverso impedir la educación sexual bajo la excusa de que destruye la familia. Estupideces que podrían dar lugar a miradas sobradas de incredulidad y estupefacción como escuchar a un candidato presidencial invocar a su perro -llamado Conan y ya muerto- transformado en un “médium” con Dios. Un Dios que en algún momento le transmitió la necesidad de cumplir con una “misión” para iluminados: hacer política y llegar a lo más alto, la presidencia de su país.
Señalar con el adjetivo de “estúpido” puede leerse hasta discriminatorio e insolente, aunque algunos intentan normalizar en radios y televisoras que el insulto bien se vale allí. La RAE lo define como alguien “falto de inteligencia”, lo cual si nos guiamos por estos tiempos de sensibilidades a flor de piel en el uso de algunas palabras puede convertirnos en parias del lenguaje. Su origen del latín stupidus tiene otras connotaciones: “quedar paralizado”, “quedar aturdido”. Quien deja escuchar esas afirmaciones estúpidas sobre vidas y necesidades de todos, en realidad nos deja a los demás paralizados y aturdidos, mientras prosigue con cachetazos que desfiguran el raciocinio. Bofetadas como descalificar al que piensa distinto de “basura” y “excremento humano”, en especial si es de izquierdas. Disparates como el “imbécil”, “zurdo asqueroso” y “representante del maligno en la tierra” porque supuestamente promueve “el comunismo”, dirigido al Papa Francisco. O con la guerra fría ya en la decrepitud de la historia negarse a hacer negocios con chinos, rusos o brasileños, por el pensamiento ideológico de sus gobernantes. Estúpido para estos tiempos definirse como “anarcocapitalista” y “minarquista”, porque “el Estado es el enemigo”. ¿Qué se puede pensar de alguien que defiende el derecho de una empresa a contaminar ríos? “¿Dónde está el daño?, ¿dónde está el problema?”, justifica. ¿Qué decir de quién reduce a una infusión de miedo la defensa de la causa por la protección del medio ambiente? Que la ciencia debe privatizarse y la mujer puede elegir sobre su cuerpo pero no en la concepción. Que se debe “dinamitar” el Banco Central y que la ayuda social es “una aberración”, los impuestos “una rémora de la esclavitud” y las áreas gubernamentales de Salud, Educación, Trabajo, Ambiente, Mujeres y diversidades, hacerlas desaparecer, pero no así las Fuerzas Armadas que deben “tener autoridad” y triplicar su presupuesto.
Entre tantas peligrosas estupideces se banaliza por libertades que al mismo tiempo se quitan por otro lado. El aspirante presidencial argentino de ultraderecha Javier Milei dice todo eso de manera descarnada y vehemente ante el beneplácito de millones de personas desilusionadas con la clase política. Lo aclaman y votan, mientras medios de comunicación dóciles lo festejan por pintoresco. "Intemperante, imprudente y extravagante, un riesgo para la democracia", lo describen quienes suelen tener pensamientos cercanos a él. Si dispararse un tiro en el pie es la imagen que exhibe estupidez, brutalidad y hasta inmolación, un permiso de los argentinos para que cumpla con la misión que Conan le transmitió, implicará que los balazos caerán en ambos pies. Y la certeza de volver a caminar, tan sólo una quimera.
(La música es tan sólo una propuesta para acompañar la lectura. Espero la disfrutes).
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