top of page
Foto del escritorTerritorios Baldíos

Bostezos sobre el césped

Actualizado: 21 oct


@artistbetirri / betirri.com

Darío Fritz

Unos pocos minutos alcanzan para explicar el tedio. Donde la mayoría observa maravillas —o las repite— en Cien años de soledad, a partir del segundo párrafo uno desgrana aburrimiento, por más sublime inicio que tenga. Y no hay segundas ni terceras lecturas que lo quiten de un sopapo.  En la voz insulsa del cantante, los poemas ceremoniosos o la pintura sin intención, el aburrimiento da razón a la definición de Emil Cioran: “El vacío del corazón ante el vacío del tiempo”. Donde otros ven con grandilocuencia un Miami excelso de clima, modernidad, ventajas impositivas, hispanidad, noche; hallo una ciudad que me aburriría de vivirla a diario, pletórica de individualismo y vacío, oportuna para oportunistas, rentable para esnobistas, plantío para ostentosos de la desigualdad. En la mirada acarreamos el encanto de las desavenencias. Sentado frente al televisor, nada mueve una fibra, llámese Babylon, Oppenheimer o Los que se quedan. Como aburrido puede ser vender helados de bola, llenar formularios en blanco o sonreír como hacen los políticos.


En la mirada acarreamos el encanto de las desavenencias.

El futbol masculino —vale la precisión para estos tiempos— que tanto ha demostrado de colectividad, pasión, talento, juego, parece hoy sometido a la austeridad aburrida del ingenio, el artificio de los torpes, la rapacidad de la estrategia y la consigna mercantil de los despachos de directivos. Sus consecuencias la pagan reducidos al tedio quienes pretenden disfrutarlo desde la grada o el sillón —más apasionados que los propios futbolistas, a decir de Juan Villoro. El torturador aburrimiento se expresa en el seguimiento de los números, que dan cuenta de ese bostezo deportivo: la mayor parte de los estadios del país completan menos de un tercio de su capacidad jornada a jornada, dice una reciente estadística. Habitados por una mayoría de fantasmas —eso de ser fantasmas debe ser aburrido también, no hay a quien asustar en un estadio— entre las líneas del campo de juego tampoco parece haber mayor interés en alentar multitudes para asistir. Se juega fiero, anodino, apático. La intangible escasa calidad de cada partido parece contradecir otros números, más propicios a esperanzas promisorias: el tiempo de juego real se asemeja a las mejores ligas europeas, en el país la cantidad de clubes y jugadores registrados en FIFA son los primeros a nivel mundial, la popularidad como deporte ronda en el 80%, sexta en el mundo. Pero la calidad de los juegos semanales sí se puede medir cuando los números se trasladan al seleccionado. Allí —Mundial de Qatar, Nations League y Copa América—, los resultados no son tan aburridos como paupérrimos. Aburre repetirlos.


Asociados a la aspiradora de negocios MLS —¿primer paso para unificarse como lo han hecho los canadienses?—, negada a competir con Sudamérica y a consolidar la formación en Europa, puesta a no reñir con los clubes pobres que quieran ascender a primera división, con semilleros atascados detrás de la importación de figuras; las alternativas de éxito de la Liga MX parecen supeditadas a la suerte, como Emma Bovary, el personaje de Flaubert: “La existencia de Emma era fría y yerma como un granero […] el aburrimiento tejía en las esquinas de su corazón una red cual fea araña […] En lo más hondo de su alma, sin embargo, esperaba algún acontecimiento”.

 

Threads @dariomfritz

15 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page