Darío Fritz
Para el próximo ciclo escolar, pasado el verano en el hemisferio norte latinoamericano, maestras y maestros van a tener que modificar su tradicional enseñanza de las matemáticas. 1 + 1 ya no será 2. Ahora 2 equivale a 334,000,000. También 2 equivale a 98,000. O esos mismos 98,000 son iguales a 480,800. No la tendrán fácil los educadores para hacerlo comprender. 334,000,000 es el número de personas que en Latinoamérica, el más desigual de los continentes en el mundo -sí, por encima de África de quien se ha creado una leyenda ficticia de inequidad-, cuenta con ingresos equivalentes a los de 2 personas, los empresarios más ricos. Uno mexicano, Carlos Slim, y el otro también mexicano, Germán Larrea. ¿Por qué 98,000? Porque son todos los multimillonarios registrados este año en América Latina, y su riqueza de 480,800 millones de dólares es el equivalente a la riqueza de 2 países de la región: Chile y Ecuador.
Tanta desigualdad abruma. Hasta parecería poco creíble, pero no, son datos cuantificados y cualificados por una organización civil prestigiosa, Oxfam, y que también han comprobado organismos como el Banco Mundial y la Cepal. Datos de un descalabro constante y creciente donde “desasosiego y pobreza”, como diría George Orwell, marcan la vida de las mayorías por encima de “inseguridad y crueldad”. Si hay algo que iguala a ambos extremos es su crecimiento que a los pobres tampoco los hace beneficiarios. Mientras desde el 2000, las fortunas de los multimillonarios se incrementaron 368% -seis veces más rápido que el crecimiento de la economía en la región-, la pobreza extrema desde 2010 incorporó a 2,9 millones de personas.
Los otros, ignorantes de las componendas tras bambalinas, le dan legitimidad cada vez que se abren las urnas.
La influencia de unos y otros marcan la disparidad. Esa minoría puede influir para colocar gobernantes, así como imponer políticas que le beneficien. Mientras los otros, ignorantes de las componendas tras bambalinas, le dan legitimidad cada vez que se abren las urnas. Milei en Argentina aplica medidas regresivas para aliviar la escasa carga fiscal sobre los ricos locales y las inversiones extranjeras, Petro en Colombia busca atemperar la crítica a una reforma fiscal de 2022 con beneficios para las empresas, mientras que en México nada se intenta. Y así se extienden los ejemplos sobre la región. La redistribución impositiva, dice Oxfam, algo que comienza a discutirse en algunos países, marcaría el camino a seguir para atemperar tanta inequidad. El economista francés, Gabriel Zucman, ha propuesto al G-20 cobrar un impuesto a la riqueza -no a la renta- del 2% a 3,000 multimillonarios. Tan solo con eso se obtendrían 250,000 millones de dólares por año que requerirían un destino preciso y transparente para reducir la pobreza. Mirado el tema de la desigualdad a futuro, se hace cada más peligroso no hallar soluciones. La población joven va en caída, se necesitarán más recursos para atender la salud y cuidados de quienes ya no pueden trabajar. ¿Quién los pagará?
La fuga de sus capitales hacia otras economías más beneficiosas ha sido la respuesta inmediata de ese diez por ciento de la población que concentra la riqueza cuando no halla los favores económicos que reclama. Desde el poder político se les permite. De todas maneras pueden estar tranquilos, con ir y venir entre transferencias bancarias, facilidades para regresar en “inversiones” algo de lo que se llevaron, persuasión propagandística de sus bondades como generadores de riqueza alimentada por autoridades amigas y medios de comunicación cercanos, pocos se han organizado para tocar a sus puertas y reclamárselo. Quienes podrían revelarse no lo pueden hacer. Si se revelaran, no serán conscientes, dice Orwell.
@DarioFritz
(El tema musical, vinculado al tema, solo pretende acompañar la lectura. Gracias por leerme).
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