La dificultad de cómo leer a los muertos, que es lo mismo a cómo leer la muerte, nos hace escapar de la frialdad que impone la distancia sobre los personajes.
El debate y el disenso se han perdido. Cada quien esgrime su verdad, y no interesa lo que opinen otros. Ese hueco se ha cubierto de autoritarismo. La mordaza acecha.